LAS CHICAS DE ORO: EL NEGATIVO EFECTO INCONSCIENTE DE LA COMEDIA

“...Intentas ser una vieja moderna...” “...Calla, menopaúsica medio tonta...” “Ese es un viejo gorrón...” “...Prefiero que me maten, total para lo que me queda...” Estas son las lindezas verbales con que dialogan Las chicas de Oro en los primeros catorce minutos de su episodio piloto. Las frases recurren de manera soez y peyorativa al hecho de ser mayor, menospreciando e insultando a los personajes por su edad avanzada. Las perlas que se regalan estas cuatro señoras mayores están redactadas por unos guionistas que, buscando la carcajada del público, se dedican a exhibir los defectos y errores de sus personajes asociándolos con la idea de ser “consecuencias de su edad.” La primera de TVE ha conseguido magníficos resultados de audiencia con esta adaptación patria de Las chicas de Oro. Confieso que no salgo de mi asombro ante el aplauso con que ha sido recibido este producto televisivo pues, tras visionar los primeros capítulos, estaba totalmente seguro de que la serie no iba a terminar de cuajar. Pero los números hablan y, en este caso, lo han hecho de manera incuestionable: mal que me pese,  a los españoles, la serie les ha gustado. Me pongo entonces a tratar de encontrar las claves que esconden el secreto de su éxito. Y con mi análisis, me doy de bruces ante la emergencia de una ingente colección de errores escondidos tras el planteamiento del producto. Es evidente que la adaptación busca ser fiel con su referente americano. Por ello, los personajes son el reflejo de sus antecesoras; comparten sus arquetípicos rasgos de identidad  y sus nombres han sido españolizados. Rose es Rosa, Dorothy es Dora, Blanche es Blanca... La ligera de cascos, la responsable infeliz, la distraída bondadosa...Sin embargo, en la versión española, no se ha tenido en cuenta su procedencia geográfica. En la versión americana, una es del sur, otra de un pueblo remoto y salvaje del interior, la otra ha vivido en las grandes urbes y la más anciana es una inmigrante italiana, representando a los fundadores de la sociedad norteamericana. Gracias a esa realidad geográfica, su idiosincrasia tiene sentido. En la versión nacional ha sido obviada la procedencia de los personajes sin reparar en su importancia a la hora de definirlos y desechando el potencial humorístico que podría haber aportado. Si Blanca fuera, p. ej., una gallega de pueblo y Rosa una señoritinga andaluza... habría una jugosa coartada cómica que surgiría enfrentando los rasgos de identidad dotados por su  lugar de origen. Por otra parte, en España, las jubiladas no visten así, ni tienen esa clase de viviendas, ni viven de esa manera. Las americanas que se desplazan a Florida para vivir su edad otoñal si tenían en la serie un reflejo reconocible de algo que en nuestra sociedad no existe. No hay un paraíso español de los jubilados; quizás lo más cercano a esa idea fuera  Benidorm. Pero los guionistas de Las chicas de oro, han mantenido una falsa idea de “lujo, acomodación y clase” sin tratar de acercarse a nuestra realidad, donde  socialmente, Benidorm está considerado como lo contrario al disfrute de una “buena vida.” Y por último, quizás el principal error de todos. Las actrices elegidas son demasiado grandes, demasiado estrellas. En ningún momento, los personajes afloran sobre ellas. Las  americanas eran solventes actrices desconocidas para el gran público y conseguían definir los rasgos de sus personajes con un par de frases y gestos, quedando inmediatamente asociadas al rol que interpretaban. Para las grandes figuras españolas, la labor ha sido complicada. Es más, tengo la sensación de que ellas, ni se lo creen ni están cómodas. Parece que la Maura, la Velasco, la Hermida y la Herrera están en constante lucha por destacar. Su batalla para ser  “la mas” entre “las mas”, provoca la distancia del espectador hacia unos personajes planos que, por ser ya conocidos, nunca llegan a sorprender. Pero en España las cosas son como son, y lo que en el mercado americano provocaría rechazo, para nuestra audiencia es asumible. El público agarra la mano de esas cuatro divas y se divierte, no con Dora o con Blanca, sino con la Maura y con la Hermida. Tendremos más temporadas de Las chicas de Oro. A pesar de lo descuidado del producto, la bendición otorgada por la audiencia lo ha convertido en un éxito susceptible de tener continuidad. Y me temo que seguiremos escuchando humillantes insultos hacia unos personajes ninguneados tan solo por el hecho de ser mayores. Provocando de nuevo el carcajeo general de una audiencia desgraciadamente ajena al negativo efecto que causa para nuestra imagen ese tratamiento despectivo y esa burla que aparece asociada siempre al hecho de cumplir años.   Felizaminelli