Se llama Carmen Cazaña. Nació en Cadiz pero casi toda su vida la ha pasado en Alicante. Mujer en un mundo de hombres, nunca lo tuvo fácil. Por su mítica Galeria 11 han pasado muchos de los grandes del último medio siglo de este país, Uslé, Sempere, el Equipo Crónica, Luis Gordillo, Guinovart… Hoy está retirada, pero solo a medias. Desde su ático de una casa llena de cuadros (“Muchos -nos dice- ya los he regalado”) sigue organizando exposiciones y pensando que no hay nada como la cultura para combatir la injusticia. A eso se dedica y de eso, entre otras cosas, hablamos en esta conversación con ella.
Nos encontramos con Carmen Cazaña una mañana de 2015, en su vivienda de Alicante. Lo primero, agradecer que haya atendido la petición de mantener una charla con los miembros del Observatorio de Mayores y Medios de Comunicación (Maymeco) de la Universidad Permanente de Adultos Alicante. Y también, por supuesto, que nos haya abierto las puertas de este museo lleno de vida y recuerdos que es su propia vivienda.
-Sabemos que te gusta definirte como una mujer de acción; ¿verdad?
-Totalmente, ¡je!, ¡je! No podría vivir si no estoy arreglando cosas, poniendo cosas por aquí y por allí.
-Carmen, aunque no naciste en Alicante, has vivido aquí casi toda tu vida …
-Aquí, en Alicante, he sido muy feliz, pero no, no nací aquí, nací en Málaga y me crié en Cádiz, mi Cádiz del alma. Y soy gaditana.
-¿Cómo fue venir? ¿Es cierto eso que dicen que llegaste a Alicante por amor?
-Eso no fue exactamente así… Mi padre era capitán de la Marina Mercante y yo era muy jovencita cuando vine. Ellos eran valencianos y cuando se casaron se bajaron a Andalucía. Por eso, somos andaluces los tres hermanos, y cuando se vino la compañía aquí a Levante, pues, desmontamos la casa y mi padre buscó un piso en la Plaza Nueva de Alicante. O sea, que no estoy en Alicante por nacimiento, pero me considero de aquí… Y tengo 6 hijos que son alicantinos, doce nietos también alicantinos y cinco biznietos que también han nacido aquí. Alicante está aquí (dice, señalándose el corazón).
-Todo empezó más o menos cuando Franco murió…
-Sí… cuando murió Franco. Casi un año después abrí yo. En el 76. Por lo tanto, era un momento que había unas ganas de cultura, un hambre de ver, de vivir cosas nuevas… Y empezaron a suceder todas esas cosas que hemos conocido y que hemos vivido todos. Como digo yo, como dijo Neruda, “Confieso que he vivido”.
-Y en aquel tiempo, donde todo era como más difícil porque eras una mujer en un mundo que era sobre todo de hombres…
-Totalmente, totalmente…
-Y en una ciudad que era, digámoslo así, de provincias, como Alicante.
-Si, era provinciana. Sí, eso es cierto. Perdonad, y sigue siendo provinciana, porque yo rompí muchos esquemas. Me traje a lo más atrevido. Si te nombro pintores, te quedas… Todos, o casi, son internacionales. ¿Comprendes? Y luego ayudé mucho a la gente joven. Tuve a Juan Uslé, que ahora mismo en Nueva York es una figura, y gente del Equipo Crónica… el que queda, Valdés, porque Solbes falleció, y ese nada, nada en dinero. ¿Me entiendes lo que te quiero decir? Pero ese nada en cultura, en arte y en todo.
-¿No son esos nombres malos compañeros de viaje?
-Sí, todos esos y muchos más han sido mis compañeros de viaje.
-¿Guardas colección privada de aquel tiempo?
–Bueno, yo tengo mi colección, lógicamente. Sí, tengo mi colección. Y ahora lo que he hecho es un reparto. He repartido entre mis hijos. Los seis tienen un montoncito y los hijos que lo den a sus hijos. Luego… también yo he comprado obra, cuando yo he estado en Madrid o en Barcelona y he comprado una obra y esa obra luego resulta que un año después, o lo que sea, ha tenido un subidón tremendo, como puede ser los Crónica o puede ser Eusebio Sempere, que también ahí lo tenemos colgado. Hay mucha gente colgada, pero si he tenido necesidad yo he vendido cuadros y me he quedado tan pancha y cuando puedo voy y compro otro. Ahí mismo -dice, señalando la pared- hay un Crónica. Sí, hay cositas, hay cositas…
-¿Qué criterios utilizas para incorporar nueva obra a tu colección?
–Bueno, eso tiene mucha gracia porque me lo han preguntado muchos periodistas. Tú sabes que Ángeles Cáceres me hizo dos páginas en el periódico y ahora últimamente me hicieron lo del homenaje y Cristina Martínez me dedicó una página en el periódico. Esto tiene mucha gracia… Yo lo comparo como que vamos por el campo y hay muchas florecitas y de pronto dices: ¡Oh, ésta me gusta! La cojo y me la llevo. Así soy yo. La intuición, a sabiendas de todo lo que hay por detrás. Pero no me encuadro. No, no, es la impresión. Pero esa primera impresión no os podéis imaginar lo que ha gustado al público. Porque ha habido una variante tan grande, de gente ya mayor y de gente joven, que ahí está creo yo la gracia.
-¿Carmen, tú crees que el arte tiene fronteras?
-No, para mí no lo has tenido. A mí me han comprado lo mismo gente de Bélgica, suecos, alemanes que españoles. Por lo menos, para mí no lo has tenido y no es que me haya hecho millonaria. Millonaria no, pero he cubierto mis gastos muy bien con mi trabajo y he llevado seis hijos adelante. Con mejor o peor.
La conversación va pegando saltos del pasado al presente, los recuerdos se amontonan, fluyen como riachuelos de una vida entregada al arte, y hay tiempo para todo, también para comentar que si en algo sigue fiel a su tiempo es en lo tecnológico. “Me he negado a tener ordenador y todo eso, solo móvil por no sufrir con la familia”, confiesa.
-Volvamos a tu vida. Tu marido, Ernesto Contreras, ¿Qué influencia jugó en tu vida, en el plano profesional…?
-Bueno, él, Ernesto Contreras y yo nos conocimos lógicamente en nuestra juventud, en el mundo de la cultura. Se formó un grupo de teatro y yo hice obra. Estuvimos haciendo obras como Medea, El sí de las niñas, yo que sé. Hicimos mucho teatro porque yo me llevé un disgusto cuando llegué a Alicante y lo primero que pregunté fue por Bellas Artes. Porque yo ya venía de Cádiz con mis estudios de Bellas Artes iniciados y mis diplomas y dispuesta para continuar la carrera, que era lo que quería. Pues, resulta, que no había Bellas Artes.
-Pero sigue hablándonos de Ernesto…
-Indiscutiblemente, hay que reconocer que Ernesto es escritor y poeta. Tiene el premio Adonáis de poesía, Premio Internacional de Novela, Flor natural… O sea que estábamos metidos en el mundo de la cultura. Nos juntamos, y cuando él se fue a la mili, en Sidi-Ifni, y no pudo venir en dos años y pico y cuando vino me encontró en el laboratorio donde trabajaba su hermano y Manuel Alberola que llevaban el laboratorio hasta que se abrió la Seguridad Social y todo pasó allí. Y las dos jovencitas, su hermana Berta y yo, éramos las que preparábamos las pipetas y las cosas esas… Pero yo por la tarde, a Bellas Artes. Porque ya Bellas Artes empezó a abrir un poquito por esas fechas…
-¿Y?
-Pues sí, resulta que, luego, al cabo de un año o una cosa así de estar aquí, en la Rambla, lo que hoy es el aparcamiento grande, ahí había una casona antigua, a cuya espalda estaban todas las “señoras de la vida”, o sea, una zona muy polémica y el gobernador que había entonces procuró echar todo eso un poquito para arriba y allí mismo nació una Escuela de Bellas Artes que la fundó un sindicato. José Pérez Gil, el pintor, fue el primer director. Y allí estaban profesores como Martínez Mataix, en escultura -que su padre era Juanito “El santero”-. De pintura teníamos a Baeza, de dibujo a un profesor de aquí, José Luis Vicent…
-Volvamos a Ernesto, a vuestra separación como pórtico del nacimiento de Galería 11…
-A nosotros nos casó, porque venía a la tertulia literaria de la cafetería de la Explanada, don Antonio Ramos Carratalá, el director de la CAM, bueno, director y promotor. Pero Ernesto y yo éramos el cielo y la tierra, comprendes. Yo soy poeta también, soy muy, muy romántica, todo lo que tú quieras, pero yo no podía olvidar que había unos hijos y que había que trabajar para vivir. Total, que decidimos, bueno yo decido, decido, separarme, pero de cuerpo, no nos separamos de nada más, solo físicamente. Y de hecho él venía todos los domingos a comer, con los seis hijos y su mujer; o sea que aquí no se rompió nada. Luego con las nueras, luego con los nietos, los biznietos, ya con todos, no.
-Y los primeros pasos de Galería 11, ¿cómo fueron?
-Bueno.., el caso es que como yo trabajaba, porque representaba libros de arte y cosas así, me metí en mi mundo, grabados, serigrafías y todo eso… y pensé y ¿por qué no abro una galería de arte, si esa es en realidad mi verdadera vocación? No podía poner una boutique, ni podía poner una casita de cacharritos y pulseritas porque me iba a poner nerviosa. ¿Me comprendes? Entonces dije: pues adelante. Empecé y José Antonio Cía, el pintor que vivía en la calle Belando, me ayudó a buscar un sitio. Entonces él vivía en el número trece, y en el once, en el once, él tenía el estudio en el piso de arriba y el local estaba vacío. Era una casita vieja. El caso es que nada, llegamos a un acuerdo, me presentó al dueño, y con un apretón de manos, ¡hecho!, te lo dejo. Hubo que lavarle la cara, que limpiarla, si ves fotografías el cambiazo fue tremendo. Pero no quité la estructura, dejé lo que era, porque en realidad era una vivienda que en la planta baja se entraba por la portería. Entonces yo pedí permiso al Ayuntamiento y cerré la puerta de la portería y de una ventana abrí a la calle. Y ahí empecé y como tenía muchos contactos, mucha gente y mucho de todo y me conocían tantísimo, gente como Azorin, Castejón, Baeza, Javier Soler… todos.
-Así que poco a poco llegaste a ser un referente cultural en la provincia…
-Hice lo que dicen los alicantinos: me eché la manta al coll y el cabasset. Alquilé el local con un préstamos de la CAM, le lavé la cara, puse en el suelo rayuela catalana, que a mi me gustaba. El techo era también granate y nada, empecé a montar… Y por allí han pasado los más internacionales: Luis Gordillo, Guinovart, Lucho Muñoz, Paloma Navares… Bueno, han pasado una colección de gente impresionante. De todo aquello tengo en casa un historial de fotografías que no te puedes imaginar.
Estamos en una casa que respira vida y arte casi a partes iguales, una casa llena de recuerdos, de cuadros, de pinturas, muchos de ellos obra y firma de los más grandes, tantos cuadros y dibujos que casi cuesta ver huecos libres. Una memoria viva del arte de este país, también de Alicante, al menos de éstos más cuarenta últimos años. “Sí, es verdad -nos dice Carmen sonriendo y con jovialidad- no queda casi sitio libre; pues mejor, así no hemos tenido que pintar las paredes”.
-Sabemos que tu casa fue durante muchos años también centro de reuniones y de contactos culturales en la ciudad…
-Sí. Es cierto. Por aquí ha pasado todo el mundo, a través también de mi marido ¡eh! Muchos venían a tomar café a las cuatro o las cinco de la tarde, y había quién se iba a las seis de la mañana ya desayunado. Sí, porque el rollo era tremendo. Allí intervenía todo el mundo: la parte social, la cultura, la política, porque ellos, todos, eran muy políticos. Paco Moreno, tantos profesores de Instituto, Segundo García, gente del pueblo, de la cultura, de la parte de la sociedad culta y preocupada por lo que estaba pasando y por lo qué no pasaba. ¡Y ninguno fuimos ricos!, que es lo bueno. Tenemos lo que necesitamos, pero a base de sudar, sudar, o sea que no a base de otra cosa.
-¿Cómo crees que se ha modificado en treinta y tantos años la percepción del arte de vanguardia aquí en Alicante? ¿Estamos mejor, peor?
–En Alicante no avanzamos. Perdonar mi sinceridad. En Alicante hubo una época, esa época de los setenta, ochenta y parte de los noventa, que dimos un avance tremendo. Pero fue también gente que estaba por la Universidad y el contacto con la Universidad también agrupaba a gente. Había muchos arquitectos jóvenes, médicos jóvenes, abogados, los puedo nombrar a todos porque están aquí en Alicante o en la provincia, o en Elche, o de otros sitios que venían a ver expresamente mis exposiciones. ¿Por qué? Porque, como decían ellos mismos, los mismos pintores: yo si quiero ver arte de vanguardia me vengo a la Galería 11 y ya Carmen me deja satisfecho.
-Cambiemos de tema. ¿Cómo ves ahora que se quieran levantar tantas fronteras?-
–¡Puaf!, Eso es muy desagradable. A mí me puede mucho, yo que sé. Que unos vayan tan ricamente por la vida y que sobre tantísimo y que haya niños que no tienen un pedacito de pan para echarse a la boca. Yo intento colaborar, con Cruz Roja, con Síndrome de Down, apadriné a una nena de allá, de Sudamérica. Pero es que yo nada más que puedo poner una piedrecita porque somos una familia normal. ¿Comprendes? Que nos gusta la cultura, que vivimos la cultura y hemos vivido mucho de la cultura.
-¿Ves compromiso del mundo del arte y de la cultura, con lo que pasa en la sociedad? ¿Con esa pobreza creciente? ¿Con los inmigrantes? ¿Piensas que es ese es parte de su papel?.
-La cultura siempre ha estado unida a eso que tu acabas de decir, a la gente que está en lo bajo. Ahora mira esta exposición de Toni Miro, precisamente te mostrara todas las pobrezas del mundo !Eh! Si tenéis ocasión de ir a verla en la Lonja. Me llamó ayer como os he dicho para inaugurarla el martes a las ocho. Probablemente reflejará porque él es un pintor de esos de reflejar la cultura. Se dedicó una temporada a mostrar los negros de América y, bueno, mostraba las miserias que en realidad existen, que no se las estaba inventando, aquí no se inventa nada, por lo menos en nuestro mundo de cultura auténtica, no por negocio, porque todo hay que decirlo ¡Hombre no viene mal! porque hay unos gastos, hay que pagar un alquiler, una luz y ante todo hay que comer !eh! O sea que, pero el legado es mostrar al pueblo las cosas que pasaban entonces y a lo mejor mostrábamos una injusticia. Pues, como ahora, con unos desalojos de la vivienda de una familia con tres niños, que no tienen agua ni luz, todo eso lo han mostrado los pintores y los escritores que yo conozco, que conozco muchos, lo cual quiere decir que la cultura ayuda, la cultura le hace falta al pueblo. El pueblo sin cultura no es nada, aunque el pueblo a lo mejor lo esté pasando mal económicamente, pero si hay cultura hay donde agarrarse… porque vale mucho, la cultura vale mucho! Todo el tiempo y el esfuerzo que le dediquemos es poco
-Y ahí tenemos al ministro de Cultura echando una mano como quien dice…
-Pues sí, ahí están las revistas del porno y de mujeres con poca ropa que pagan de IVA un 4% y nosotros, la cultura, un 21%. Es una burrada. ¡Qué ignorantes tienen que ser los señores que han inventado esto! Porque esto no pasa en casi ningún sitio. Mira Francia, tiene un 5% o un 7%, Bélgica lo mismo.
-Y la cosa que amenaza con no parar aquí..
-Ya hemos ido bastante lejos, esperemos que ahora se pare un poco, tiene que pararse. ¡Es que esto no puede seguir! Es que además va a haber un estallido como no se paren las cosas !eh! Tu fíjate aquellas, las revistas, pagan un 4% y nosotros tenemos que pagar un 21%. Claro, ante un 21 la gente se retiene y no compra cultura, no compra libros. Me lo decía el otro día Fernando de 80 Mundos, que voy a todos los libros que presentan allí: “!Caracoles! que uno aquí tenga que pagar todo eso, la luz, esto, lo otro… y la gente así se está reteniendo de comprar.
-Andando el tiempo cerraste Galería 11, en 1999, hace de eso 16 años
Sí el Galeria 11 del primer localito, aquel viejito lo cerré y luego en la misma acera, en el 19, o sea en la misma calle, la volví a abrir.
–Y otra vez tuviste que cerrar…
-Esa duro muy poco. Porque me caía agua por el techo y me estropeo obra de Eusebio Sempere, Salvador Soria, de Manzanero, en fin un montón, y me estropeo mucha obra.
-Es cierto que los pintores siguen contando contigo para preparar sus exposiciones
-¡Demasiado, demasiado, ya no quiero tanto!
¿La gente joven también?
-Sí, sí, también. Me llaman y me dicen Carmen porque no me coges. Carmen cógeme, y yo, a veces, les digo no, si yo ya no trabajo, pero no siempre es así.
-¿No hace mucho que has montado una exposición en Elche?
-En Elche, si, es de geometría, geometría, como Eusebio Sempere. En vez de rayitas, circunferencias. Mira qué bonito es -nos enseña el catálogo-. Son muy originales.
-¿Es cierto lo que dicen de que si encontraras tu un socio volverías a abrir Galería 11?
-Bueno… si no fuera Alicante, yo abriría una galería de arte, si y la abriría con mi hijo Eduardo; él ya abrió en Altea, hace dos veranos abrió una arriba, pero claro Altea yo no es la Altea cultural, os acordaréis que Altea era cultura, estaba Schlotter, el pintor, que ha fallecido ahora; estaba Toni Miró, con su galería El Collar, en fin había cultura, la cultura de la vanguardia, de querer hacer pensar a la gente, o sea que mirasen, porque todo tiene su sentido.
-Cultura y arte para pensar…
-Si, claro, la figuración es muy bonita; cómo no, si desde la figuración viene la abstracción, si no de dónde te vas a abstraer ¿comprendes lo que te quiero decir? La gente que no piensa se cree que aquí no hay nada, pero todos se han basado en algo figurativo. Mira Saura, al que conocí junto a Juana Francés en Cuenca; Saura una persona muy agradable y muy simpática me decía: “Yo hago un apunte y voy haciendo, y voy quitando, y cuando llego a un punto que ese es el que me gusta, ya paro aquí”. Y a lo mejor ha hecho diez dibujos para presentar el cuadro que quiere, pero le va quitando lo figurativo, comprendes, o sea que todo existe, todo existe, porque además la geometría es como las matemáticas, no tiene que ser, y entonces él le da su toque personal y hace otra cosa. Entonces, la abstracción no es tan difícil, no es tan difícil, lo que pasa que no queremos pensar, nos aburrimos.
-¿Consideras que hay algún secreto para seguir con el envejecimiento activo?
-Secreto no, al contrario; yo, ahora mismo, del homenaje aquí, como tuve una neumonía aguda, neumonía no, una bronquitis aguda, lo pasé muy mal y todo eso yo sé que me han caído lo menos cinco o diez años de encima, bueno pero yo sigo leyendo todos los días, siempre tengo un libro en mis manos, eso ayuda a no envejecer; la edad no envejece, lo que envejece es la ignorancia, la ignorancia hace mucho.
-Y más, en un mundo, que camino a una población de mayor edad…
-Mira, yo conozco a chicos de 20 o 30 años que son eminencias y otros son topos, y conozco a personas mayores que son maravillosas y otros que no son nada, que no son nada, comprendes; eso va en la voluntad de cada ser humano, yo creo que la voluntad nuestra hace mucho, yo soy de las que digo quiero hacer esto, quiero coger eso, a lo mejor tardo un mes o tardo una semana, ponte incluso que tardo un año, pero yo hago eso que me he propuesto, que yo tenía aquí y lo hago, tarde o temprano lo hago. A mí me gusta vivir preocupada, en el buen sentido de la palabra, lo que no me gustan son los disgustos, pero el trabajo me encanta.
-Hay muchísimas personas mayores que siguen activas aunque estén jubilados y de hecho hay premios que se le dan, sobre todo, a personas mayores. ¿Por qué crees que sucede esto? ¿Es porque se tiene menos en cuenta a la gente joven o es que hay que demostrar lo que se vale?
-No, no creo que sea porque no se les tenga en cuenta, yo hablo desde mi punto de vista, yo es que no creo, lo que pasa es que si se le da un premio a un mayor, ten en cuenta lo que ha luchado en la vida para conseguir llegar ahí, y entonces qué menos que tener un reconocimiento.
-A propósito, Carmen, ¿te consideras una persona reconocida en Alicante?
-Si, si, si, reconocida, respetada y querida, si.
-Eso es muy importante, un buen resumen.
-Las tres cosas, si. Y no, no es fanfarroneo ¡eh! Yo siempre estoy alegre, y cuando, cuando pasan las cosas, lo pongo sobre la mesa y digo ¿qué hago con esto? E intento solucionarlo, no tapar, ¡eh!, no tapar el bulto, sino solucionar.
Toda la entrevista se ha realizado en la mesa de camilla de la casa de Carmen. Es finales de invierno, hace fresco y todos alrededor del braserito. “¿Sabes que me pasa a mi ? -dice finalmente Carmen- que teniendo los pies calentitos soy feliz”. Gracias, Carmen.